Tenía una cita con mi amiga y poeta venezolana María Antonieta Flores, así que decidí ir a buscar algo para llevar a su casa, fui caminando por los alrededores del Alba Caracas y me encontré con varias tiendas y panaderías, entré en una de ellas, muy linda, muy limpia, con vitrinas y exhibidores de vidrio, con tentadoras piezas de pan, jamones y quesos. Parece que en Caracas hay una gran tradición de panadería, hay muchas en la ciudad que se jactan de tener el mejor producto. Un poco me asustó el precio, que por 6 piezas fueron US$15.00, es alto, es caro, aquí en El Salvador, lo que compré no hubiera llegado a los US$8.00, pero a medida que avanzó el día me fui dando cuenta de que Caracas, y en general Venezuela, es caro. Lo justifican con el alto salario mínimo que se gana, pero igual, ¿de qué sirve tener más si todo cuesta tres veces más? No entiendo... Regresé al hotel, desayuné con algunos de los chicos edecanes y luego me fui al apartamento de María Antonieta.
La poeta vive en el mero centro de la ciudad, frente a su ventana la terminal de buses, el cirquito, un mercado; bajo su balcón una venta de utensilios plásticos, de dulces, de agua, de frutas y verduras y, a través de los cristales, la luz de una hermosa ciudad que vive el día a día como cualquier ciudad latinoamericana, con sus violencias diarias por la calle, con ciertos abusos, con ciertas concesiones, con museos y bares, con teatros y estadios, con gente que se mueve a un ritmo de tambores y de guitarras y que llenan las aceras por las tardes y mañanas.
Ahí me recibió mi amiga, su apartamento, acogedoramente chico, denota su amor por los libros que están listos a ser señalados en cualquier momento y en todos los rincones, los libros son cosas hermosas, objetos... Seres maravillosos capaces de llenar muchos espacios, en su compañía compartimos un par de botellas de vino, las confituras y panecillos y la vida.
Teníamos muchos años de no vernos con la poeta, a quien conocí en el Festival Internacional de Poesía de Medellín en el 2001, desde entonces la comunicación se fundó a través de este maravilloso invento que es el correo electrónico, y después de muchos "un día de estos..." Llegó el día y nos volvimos a encontrar en su tierra.
El tema de la poesía, siempre presente cuando se junta vino y poetas, nos llevó a comentar las situaciones de nuestras respectivas realidades, que al final de cuentas resultaron bastante similares, somos todos parte de lo mismo, según nos deja confirmar la experiencia. Otro tema favorito: "El amor y sus culpables", cómo nos disgustan a veces los hombres, pero que falta grande pueden llegar a hacernos... En fin, entre esto y lo otro se pasó el día. Me despedí con la promesa de regresar antes de que finalizara el Festival.
De regreso en el Hotel me crucé la calle para conocer las instalaciones del Ateneo de Caracas, un edificio que alberga tres salas de teatro, el Café de la Terraza, el Café Rajatabla y otros espacios menos convencionales dedicados al arte. Estaba en programación una pieza musical titulada "Broadway en Caracas" y aproveché el tiempo para verla.
El teatro estaba bastante vacío, una sala moderna, Anna Julia Rojas, muy cómoda, amplia que estaba casi vacía. El espectáculo integrado por dos cantantes y dirigido por Federico Pacannins recrea las más emblemáticas canciones del Broadway de siempre, arias y dúos de grandes éxitos como Cats, Phantom of the Opera, West Side Story, The Show is On, Sweeney Todd, Montecristo, Lady in the Dark, The king and I, The Man of La Mancha, My Fair Lady, The Drowsy Chaperone, fueron interpretadas por la soprano Zaira Castro y el tenor Francisco Morales, acompañados al piano por el joven maestro Alfredo Ovalles, además de la participación del actor Gustavo Adolfo Ruiz, quien es el hilo conductor de las 10 escenas musicales, con vestuario de la época y videos.
Esta nostálgica crónica sonora por las que nos guía un venezolano cincuentón, quien comparte con los espectadores su melomanía por las grandes canciones del teatro musical norteamericano e inglés, un domingo en la tarde, es el punto de partida para las voces de Zaira Castro y Alfredo Ovalles. Ambos cantantes de educadas voces que, además de cantar al más alto nivel, también interpretan, bailan y actúan, lo que hace del espectáculo, otrora modesto, una experiencia realmente agradable y emotiva. Broadway en Caracas cuenta además con el vestuario de Olid Salazar quien trata de recrear de una manera sencilla y fácil de manejar para los actores, los vestuarios de las obras originales; muchos de los cambios tienen lugar en escena y se realizan limpiamente. La dirección de arte y video de Joana Vegas y la coreografía de tap de Sandra Yajure y Ariana Arcia.
Un espectáculo reducido en recursos pero compensado con la calidad del elenco. Satisfecha, han sido bien invertidos mis US$23.00
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